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La última voluntad de Sor Juana

Cuadro de la monja y poetisa mexicana, Sor Juana Inés de la Cruz, de Miguel Cabrera en el Museo de la Historia de México. EFE/Museo de la Historia de México/nr
Cumpliendo la que fuera su última voluntad, los restos atribuidos a Sor Juana Inés de la Cruz ya fueron depositados en el extemplo de San Jerónimo de la Ciudad de México.
lunes, 31 de agosto de 2015
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"Cuando su Divina Majestad fuere servido de llevarme, quiero ser sepultada en la parte y lugar que se acostumbra sepultar a las religiosas profesas que lo han sido de este dicho convento".

Así expresaba en su testamento Sor Juana Inés de la Cruz (1651-1695) su voluntad de ser enterrada en el antiguo templo de San Jerónimo de la Ciudad de México, el que fue su hogar durante 27 años.

Un deseo que se cumplió el pasado 17 de abril, cuando los restos atribuidos a la llamada "décima musa" fueron depositados en el Coro Bajo del recinto, entre el doblar de las campanas y el rojo de las rosas que portaban algunas de las personas que se acercaron a la ceremonia.

Y rodeado de rosas, también, quedó su ataúd, descansando bajo los versos "Triunfante quiero ver al que me mata, y mato a quien me quiere ver triunfante", escritos por la propia sor Juana, una de las grandes figuras de la literatura del siglo XVII.

CEREMONIA "SIMBÓLICA"

La fecha elegida para la ocasión no era aleatoria, sino que correspondía al 320 aniversario del fallecimiento de la poeta novohispana. Sus restos, atribuidos aunque no confirmados, fueron hallados, junto a los de otras monjas, en excavaciones realizadas entre los años 1974 y 1981 en el antiguo convento.

El pasado año, la Universidad del Claustro de Sor Juana (UCSJ) remitió una petición al Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) para que pudiera cumplirse, siglos después, la última voluntad de la religiosa.

Se trata, según la rectora de la universidad, Carmen Beatriz López-Portillo Romano, de un acto “con un componente simbólico"que recuerda la lucha por la defensa de la libertad y del derecho a la palabra, que Sor Juana esgrimió durante toda su vida.Y es un homenaje, también, a todas las monjas profesas que vivieron en el convento”.

Mientras las campanas doblaban en señal de duelo de la misma forma en que lo hacían en el siglo XVII, el ataúd, coronado por el rosario con el que Sor Juana fue enterrada, fue transportado hasta el Coro Bajo del extemplo de San Jerónimo, donde quedó resguardado por un cristal.

A continuación volvieron a escucharse, veinte años después de su proclamación original, las palabras que Octavio Paz dedicó a la poetisa en la oración fúnebre escrita con motivo de los 300 años de su muerte.

En Sor Juana "hay una insólita y triple conjunción: la intelectual, la poetisa y la mujer", defendió Paz, quien aventuró que "en nuestro siglo habría sido una gran ensayista por la fusión de dos cualidades casi siempre opuestas, la razón y la sensibilidad".

Para recordar la pasión que la religiosa sentía por la música, el acto de homenaje cerró con las actuaciones de La Pequeña Cantoría de la UCSJ, el Coro Virreinal Rita Guerrero y el Ensamble Barroco de Solitas de la Universidad.

IDENTIDAD NO CONFIRMADA DE LA "DÉCIMA MUSA"

Los supuestos restos óseos de la monja jerónima fueron descubiertos en 1978, en el proceso de excavaciones del extemplo encabezado por Arturo Romano Pacheco, con la colaboración de Teresa Jaen.

Entre los niveles de enterramiento hallaron dos esqueletos que diferían de las características de la mayoría. Estos dos cuerpos, uno de niña y otro de mujer adulta, no habían sido amortajados, fueron enterrados con su hábito de gala y portaban un medallón de carey y un rosario, señales de que poseían prestigio entre la comunidad.

Los análisis realizados con posterioridad en el esqueleto de la mujer arrojaron resultados que concordaban con las características físicas de la poeta, muerta en la epidemia que se propagó en el convento.

Se trataba de una fémina con una altura que rondaba los 1,53 metros, con facciones finas y una complexión poco robusta.

Estos resultados, a los que se le sumó un análisis comparativo del cráneo con una pintura anónima en la que aparecía su retrato, dieron una seguridad, aunque no completa, de que los restos pertenecían a la monja jerónima; algo que la ciencia todavía no ha podido demostrar.

Se barajó la posibilidad de hacer una comparativa con los restos de su madre, de quien se dice que está enterrada en el Convento de la Merced, un planteamiento que finalmente se descartó porque "si con Sor Juana, que fue tan conocida en su época, no se sabe dónde están los restos, con la madre tampoco tendríamos la certeza de que esos restos que se dice que son suyos lo fueran", afirma a Efe la rectora de la UCSJ, Carmen Beatriz López-Portillo Romano.

Tampoco tuvo éxito la investigación a partir de los descendientes de las hermanas de Sor Juana: "Lo que me explican es que el estudio de ADN tiene que hacerse por la vía femenina, la mitocondrial -herencia de madre a hija- y en algún punto esto se cortó", afirma la rectora, quien dice confiar en los avances de la ciencia para que, en algún momento, se llegue a una certeza absoluta.

Las líneas para indagar en la identidad de la autora de "Primero sueño" no han finalizado. “Una de ellas -explica la rectora- sería a través de la comparación del ADN de todos los restos de monjas encontrados, ya que se sabe que en el Coro también fueron enterradas algunas sobrinas de Sor Juana”.

ESCRITOS POR DESCUBRIR

Pero las incógnitas sobre figura de Sor Juana van más allá y se centran en la que fue su correspondencia y su producción literaria durante su estancia en el convento, en el cual ingresó después de abandonar la estricta orden de las Carmelitas al tener que elegir entre dos opciones: matrimonio o convento.

Estar en San Jerónimo le permitía estudiar, leer y escribir, tareas que compaginaba con sus deberes religiosos y con su papel como administradora del convento.

En su celda contaba con una extensa biblioteca, instrumentos musicales y astronómicos; su actividad literaria fue constante hasta que, dos años antes de su muerte, abandonó las letras.

Los expertos difieren en qué es lo que pudo motivar este cambio en Sor Juana. Algunos defienden que se debió a las presiones por parte de autoridades eclesiásticas.

Otros, que la poeta sufrió una conversión buscando su salvación espiritual.

López-Portillo apunta, en primer lugar, que con la entrada en crisis del virreinato Sor Juana perdió la protección que tradicionalmente había tenido por parte del virrey y de la virreina.

También que no se veía con buenos ojos que una monja hubiera escrito documentos como la "Carta Atenagórica", que ponía en cuestión al teólogo portugués Antonio Vieira.

"Esto genera molestia entre los miembros de la Iglesia y en algún momento se siente muy presionada, ella misma afirma 'yo no quiero ruido con el Santo Oficio'", sostiene la rectora.

Aunque dejó la pluma a un lado en el ámbito público, hay pruebas que señalan que continuó escribiendo en privado.

Un documento dado a conocer por Teresa Castelló, que fue entregado en el siglo XIX al Conde de la Cortina, por el entonces capellán del convento, desvelaba el inventario de los bienes de Sor Juana en el momento de su fallecimiento.

Entre sus pertenencias se encontraban legajos de escritos y versos místicos y mundanos.

"Son de los documentos que están perdidos como muchos otros", establece López Portillo, quien pone otros ejemplos, como cartas de las que no se tiene rastro o su tratado de música "El Caracol".

Octavio Paz, quien puso a la poeta en el centro de su obra "Sor Juana Inés de la Cruz o Las trampas de la fe", ya mencionó en su oración fúnebre que la ausencia de documentos sobre la autora "ha contribuido a las extraordinarias oscilaciones que ha sufrido su figura en el transcurso de estos tres siglos".

Y la llevaron a que quedara oculta durante "dos siglos de olvido", aunque esto no fue impedimento para que, ya en el siglo XX, su figura "resucitara", convirtiéndose en uno de los emblemas históricos de la nación.

Porque, como también se encargó de señalar Paz, "un poeta verdaderamente grande no sólo expresa a su tiempo, sino que lo sobrepasa".

Por Isabel Reviejo.

EFE/REPORTAJES

 

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