Carlos López Arriaga

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Doña Constitución

jueves, 11 de febrero de 2016
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Cd. Victoria.- Gane quien gane el próximo Verano las 43 municipalidades de Tamaulipas, tendrá la oportunidad de reelegirse para un periodo más.
Si el voto lo permite podríamos tener, por vez primera, alcaldes de seis años.

Aunque para ello sea requisito indispensable que la urna hable dos veces en favor del mismo edil, el próximo junio y en 2019.
Desde luego, para alcaldes con visión y proyecto, esto representaría la oportunidad de dar continuidad a programas de largo aliento, cambios profundos.
A la inversa, cabe esperar que la improductividad, la ignorancia y el descuido tendrían un costo más directo en la urna cuando el mismo individuo que mal gobierne pretenda de nuevo el sufragio.
Cualquiera diría que detentar el poder municipal durante seis años seguidos sería una proyección idónea para buscar después la gubernatura.

Aunque en Tamaulipas hay una variante incómoda, de carácter temporal.
Al concluir el entrante régimen (2016-2022) le seguirá una administración de dos años (2022-2024) compactada por única vez para hacer coincidir el relevo estatal con el presidencial.
A manera de recuento, ENRIQUE PEÑA NIETO fue electo en 2012 y termina en 2018.

El mandato siguiente es 2018-2024.
El sucesor de EGIDIO TORRE gobernará de 2016 a 2022. Después vendrá el bienio de ajuste 2022-2024.
Interesante, sin duda, porque acaso para un mandato tan corto haya menos pretendientes que en las gubernaturas sexenales.

Quien lo encabece habrá de sentirlo como una exhalación.
Dicho de otra manera, tendremos pocos suspirantes (y acaso de mediano perfil) en 2022 y por ello, quien asuma el mando este 2016, trabajará con menor presión.
Los prospectos al relevo no le estarán tumbando la puerta a partir del tercero o cuarto año.

Deambularán por montes y valles entre el bostezo y el desgano.
Ello, a menos que alguna reforma inesperada les brindase la posibilidad de reelegirse.

Nada hay todavía al respecto, ni creo que ocurra en el plazo inmediato.

LEYES Y TIEMPOS
El año entrante cumple 100 años la ley máxima que rige la vida de los mexicanos.

Cabría aquí un lamento (protesta, acaso) por los epítetos que repiten medios noticiosos y círculos académicos cuando tachan a nuestra constitución de vieja y parchada.
Lejos de ser defectos, ambos señalamientos nos hablan de una nación dinámica que muy pronto dejó atrás las condiciones que privaron durante el Constituyente de 1917.
La revolución echó en marcha un inmenso laboratorio al convertirse en gobierno y transformar a un país mayoritariamente rural y analfabeto en una nación urbana y escolarizada.
No creo ni siento que ello justifique ese trato despectivo a la Carta Magna que sirvió de palanca para los avances que vinieron después.
¿Qué hoy luzca cansada, remendada, llena de cortes, añadidos, cicatrices, es malo en sí mismo?
Tendríamos que ver parche por parche, habrá algunos cuestionables o incompletos, otros necesarios.
Aunque el hecho mismo de modificar una Constitución revela, de nuevo, que el país está en movimiento.

Las necesidades cambian, las condiciones son otras y ello hace necesario adecuar las leyes a cada etapa histórica.
Lo contrario sería terrorífico.

Un libro al que considerásemos tan perfecto que quisiéramos mantenerlo inalterado y ajeno al paso del tiempo.
Una ley inmutable, como el Corán, sería una catástrofe nacional.

Por fortuna, Doña Constitución es obra humana y esto es sinónimo de perfectible.
Y bueno, el presidente PEÑA NIETO anunció el 5 de febrero pasado que prepara un paquete de iniciativas para conmemorar el centenario en 2017, las cuáles comprenden reformas en materia de políticas públicas que buscarían hacer, dijo, “de la justicia cotidiana un derecho”.

Veremos.

BUZON: lopezarriaga21@gmail.com
WEB: http://vivatamaulipas.blogspot.com

 

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